viernes, 25 de abril de 2008

Mi historia

(Autobiografía)


Mi nombre es María de los Ángeles Guerrero, nací el 30 de enero de 1990 a las 12 del día en la ciudad del Líbano (Tolima) y me puedo dar el lujo de decir que mi nacimiento era muy esperado en mi familia, porque mis padres y hermanos deseaban que el nuevo integrante fuera una niña. Mis padres son: Beatriz Mogollón de Guerreo y Carlos Alberto Guerreo. Mis hermanos son: Martin, Hernando y John Guerrero.

Mi infancia la viví hasta los cinco años en un pueblo llamado Santa Teresa, a 2 horas del Líbano. Cuando tenía 6 años, junto con mi familia me fui a vivir a Ibagué -donde he vivido desde entonces-, en una casa de dos pisos en el barrio Calarca, puedo decir que gracias a dichos ambientes en los que he vivido, he desarrollado la capacidad de diferenciar lo que debo y no debo hacer, de elegir entre lo que es bueno para mí y lo que no, y de buscar siempre la forma de conseguir lo que quiero, teniendo en cuanta todos los factores que intervienen para lograrlo, tratando de no lastimar a nadie, por ningún motivo.

Hace ocho años mi hermano Hernando se fue a Popayán a trabajar, desde ese momento mi familia y yo hemos viajado cada año a visitarlo. El es una persona muy importante para mí porque me ha mostrado que cuando quieres algo, debes luchar por él, y definitivamente si das todo de ti por ello, lo puedes conseguir; y aunque el viva lejos siempre encontramos la manera de hablar y de mantener nuestros lasos de hermano, hermanita.

En cuanto a eventos especiales puedo nombrar el día de mi bautismo cuando tenía 5 años, mi primera comunión a los 11 años y mi confirmación a los 14 años, que son muy importantes para mi desempeño como católica, un aspecto al que mis padres le han dedicado mucho porque para ellos Dios es una figura trascendental y porque para mí Él es un guía, un amigo que da fuerza y con quien siempre, no importa el lugar ni el momento, puedes contar.

Estudie en la escuela cacique calarca la primaria, luego inicie mi bachillerato en el colegio María Inmaculada, un colegio religioso en el que conocí a mis mejores amigas, con quienes me mantengo en contacto, aun después de terminar la secundaria, porque los amigos son las personas que te apoyan y te escuchan cuando estas mal y te animan para lograr lo que sueñas, además porque sin amigos el ser humano no está completo.

Cuando me gradué del colegio fue un momento muy feliz, porque todos los esfuerzos se veían retribuidos, además de que ya no tendría que aguantar el carácter de algunas hermanas que me dictaban clase, aunque hay que tener en claro que varios de mis profesores significaron mucho para mí y dejaron una huella en mi corazón y en mi vida porque su forma de actuar y pensar abrieron mi mente al mundo.

Otro suceso feliz fue hace muy poco, cuando conocí a mi nuevo sobrinito, una ternura de bebe, que actualmente tiene 6 meses de nacido, y que me convirtió por tercera vez en tía.

Los momentos felices se ven opacados por la tristeza, y aunque me gustaría decir que no he tenido momentos tristes, la verdad es que si. Uno de ellos, fue hace casi 5 años, cuando operaron a mi papá, y lo vi por primera vez sin ganas, si esa energía que lo caracteriza, y me aterrorizo la posibilidad de no verlo bien otra vez, ya que incluso en los momentos más duros de su vida y de la nuestra como familia nunca ha dejado de sonreír.

Para mí, mi familia es lo más importante y siempre me he esforzado por tener una buena relación con ellos, pero hay circunstancias que no lo facilitan, sin embargo, buscamos un punto neutro para llegar a un acuerdo; no siempre fue así, en mi infancia los desacuerdos se manifestaron porque yo era muy inquieta y hasta desobediente, y buscaba siempre la forma de “encaramarme” en todo, y gracias a esto, actualmente tengo muchas cicatrices, entre ellas, una en la pierna derecha que me hice cuando estaba jugando en una reja y me resbale, cortándome con una esquina de la misma; o cuando estaba jugando con un martillo, acostada sobre mi cama y este se abalanzo sobre mi rostro, golpeándome carca del ojo derecho.

Ya en mi adolescencia, las discusiones estaban centradas en mi futuro, por ejemplo, cuando decidí estudiar Comunicación social, que fue casi una batalla campal ya que ellos querían que siguiera por otro camino muy diferente, pero al final entendieron que lo más importante es que yo hiciera lo que me gusta y en lo que puedo dar todo para lograr mis objetivos, así que ahora ellos se preocupan por mi desempeño y me ofrecen su apoyo incondicional.

Mi carrera me abre las posibilidades a mejorar y a crecer no solo como profesional sino como persona, porque dicho entorno me ha ayudado a madurar de una u otra forma, a plantear mejor mis metas y a conocer a diferente tipo de personas, desde las que te aportan con su ejemplo hasta las que te enseñan con sus errores.

En cuanto a mis sueños profesionales, siempre he creído que lo más importante es ir avanzando poco a poco, y ver que puertas se pueden abrir, y de esta manera alcanzar el éxito, porque como dice el dicho “del afán no queda sino en cansancio”, aunque entre mis ilusiones se encuentra el poder escribir una novela y un libro de cuentos infantiles, y si es posible escribir un artículo para el New York Times.

Por otra parte, mis metas personales están centradas en la búsqueda de la felicidad, y creo que esta felicidad se puede conseguir más rápido cuando tienes a alguien con quien compartir tus sueños, tus miedos y tu vida, con quien puedes construir una relación solida, así como mis padres lo han hecho por 39 años. Es posible que suene como un cuento de hadas pero es que las princesas y los príncipes no son los únicos que merecen un final feliz.

No hay comentarios:

Visitas