viernes, 25 de abril de 2008

El caminante

(Descripción)

El caminaba con su mirada concentrada en el concreto, que se veía humedecido por las gotas de lluvia, que cada vez se hacían más menudas; el sentía las gotas de lluvia en su rostro, que acentuaban sus ojeras, su palidez y su abatimiento, parecía como un ángel que había caído del cielo, y que acababa de aceptar que el paraíso ya no sería de nuevo su hogar.

Este ángel caído vestía un traje blanco, con zapatos del mismo color, se notaba en su modo de caminar, que la tristeza lo embargaba en todo su cuerpo, no solo en su rostro, y que la lluvia que lo cubría solo era un evento que le permitía darse la escusa de caminar despacio y olvidarse de sus responsabilidades, concentrándose en los vacios de su corazón, en aquellos dolores a los que nunca dio tiempo para superar, en aquellos errores que nunca afronto y dejo en la memoria del ayer.

El caballero avanzaba con lentitud y en medio de su marcha luego de varia horas de camino hacia un rumbo inexistente, ya que su corazón aun no decidía cual tomar, una sonrisa escapo de las amargura que había en su alma, este gesto ilumino su rostro y hasta su ruta en el camino, mostro unos ojos llenos de vida y su cara por primera vez en todo el camino fue sinónimo de felicidad, su cabello brillante y amarillo como el sol, a pesar de que la lluvia lo había escurrido sobre su cabeza, fue el perfecto marco para aquella escena.

Como si nada hubiese pasado, como si tan sublime momento nunca hubiese existido, el hombre cambio de nuevo la expresión de su rostro, a una que emanaba una tristeza infranqueable, que parecía eterna y voraz, que jugaba a ser la pareja perfecta de la lluvia y del paisaje desconsolador en el que al ángel caído se veía inmerso.


Cada paso, cada movimiento de su cuerpo bailaba con el ritmo de la lluvia, que se hacia cómplice del caminante; él en un momento de lucidez levanto su rostro hacia el cielo, la lluvia dibujaba un cuello largo, un cabello sedoso, unos brazos fuertes y trabajadores, una espalda recta y una piernas seguras del lugar donde estaban; mientras miraba el cielo, su rostro sufrió una transformación, cambiando esa mirada triste y vaga por una llena de serenidad, calma, sosiego y firmeza, que desprendía tranquilidad y reguardo, durante unos minutos se concentro en el cielo, y este también cambio su cara, las nubes negras que opacaban las alturas, se desvanecieron poco a poco con la lluvia.


Cuando la lluvia paro totalmente, este ángel caído volvió su cara al camino, ese suelo de concreto que ya no se veía bombardeado por las gotas de lluvia; el caminante saco de su bolsillo un pañuelo blanco, que no había sido tocado por la humedad de la lluvia, lo acerco a su rostro y lo seco con movimientos circulares, desde sus ojos negros, enmarcado por pestañas largas y frondosas, su nariz elegante y armoniosa, hasta su boca gruesa y roja, mostrando la misma expresión de hace un momento, parecía que esa serenidad no se iba ha escapar, así como lo hizo la sonrisa de horas atrás.

El decidió seguir su camino, se notaba no solo en su rostro, ni en su forma de caminar sino en todo su cuerpo, que la ruta ya había sido elegida. Mientras caminaba, su labios empezaron a entonar en un tarareo una canción de hace muchos años, que desataba aun más alegría en el ser de aquel hombre que cualquier sonrisa pasajera.

El caminante siguió su camino, cambiando de suelos y de ambientes, aunque esta triste y desolada vía, fue la más importante para su vida, para su corazón y alma.

No hay comentarios:

Visitas